Odio el Pan - Queso!!!!
Hoy me acordé hablando boludeces con un amigo de cuando armábamos el equipo en el colegio para jugar un fulbito. Quién no recuerda ese maldito pan y queso que decidía los destinos de todos los pibes del grupo. Bah, la verdad que yo estaba en el fondo esperando que todo terminara para irme a casa a ver la tele.
Para dar vida a este relato tengo que empezar por un tema básico: mi predisposición para los deportes. Afortunadamente para ustedes, va a ser un párrafo muy corto. Porque no tenía. Nada. Ni ganas de correr como un tarado detrás de una pelota toda rota soñando que gano el mundial. Se ve que era muy pragmático. Y muy vago, por supuesto. Todos los pibes se criaban jugando a la pelotita, haciéndola rebotar contra una pared. Yo me crié con una hermana un año menor que yo. Y cuando me cansé de que me reten por tratar de hacerla rebotar contra la pared, abandoné toda práctica deportiva de patio. Especialmente porque vivía en un departamento. Hubo un tiempo que viví en una casa con algo de espacio, pero no dejemos de lado el factor "hermana" que se volvía pesado en esos aspectos. El grito materno de "Tebi, jugá con Paula, no hagas cosas de varón" resuena en mi corazón, en ese costado emocionalmente frágil tratando de resistirse a la terrible homosexualidad que fomentan las madres en uno.
Bueno, dejando de lado mi traumática niñez (?) otro factor jugaba en contra de mi romance con la pelota. Era muy patadura. Todavía soy muy patadura. Esto en el joven argentino conlleva todo un complejo que solamente puede superar luego de la adolescencia, siendo un machista asqueroso, seductor empedernido, y teniendo un auto asíiiiiiiiiiii de grande (haciendo gesto obsceno) para tratar de tapar las inseguridades. Como verán, no tengo nada de eso, así que hablar de esto sigue siendo doloroso. Snif.
Como sea, la cuestión es que los deportes y yo siempre nos hemos llevado igual. Para la mierda. Ni al arco servía, le tenía miedo a la pelota y la dejaba pasar. Literalmente. Era que me pateen un penal para que yo saltara para el otro lado cual Burgos desorientado en pleno tiro libre de Chilavert. O de cualquiera. Ja, ja, qué malo que es Burgos. Como sea, me era imposible servir de algo en la cancha. En mi vida logré llevar la pelota junto al pie por más de 1 metro y medio. Y seguramente si llegué a tanta distancia fue porque se me enredó entre los cordones.
Bueno, para no irme por las ramas como mono en celo... ja, ja, ja posta que el mono Burgos apesta!!!. Ejem, perdón, para no irme por las ramas, vuelvo al famosos pan-queso. Era tan triste esperar que los dos mejores jugadores se sortearan el destin de los demás, y uno ya saber que iba a quedar en el pelotón del desprecio. El pibe miraba entre nuestro grupete con cara de "a ver cuál de estas frutas secas me como, la que me dé menos asco" hasta que finalmente te señalaba. Para entonces, un equipo ya estaba ganando 5 a 2, producto de la ansiedad infantil por jugar al fútbol, y vos eras el culpable, aunque recién hubieras entrado. Y cómo le discutís eso si sos un patadura?? Mah, sí, que sea mi culpa y ya, yo me quiero ir a mi casa a leer un "Elije tu propia aventura" y ver el Batman de los '60 tomando la leche con vainillas.
Eso sí, para la picadita de la tarde, cortame salamincito, pasame las papas y los maníes, pero el pan y el quesito dejalos de lado. Me traen malos recuerdos...
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